sábado, 6 de febrero de 2010

LAS FUSIONES FUERON BUEN NEGOCIO PARA LOS COMPRADORES EN 2009


Por Liam Vaughan

Las compañías que llevaron a cabo fusiones y adquisiciones el año pasado superaron el desempeño del mercado en más de 3%, según un nuevo estudio, el cual muestra que los acuerdos, en general, crearon valor, pese a la publicidad que se le ha hecho recientemente a los fracasos de algunos acuerdos de alto nivel.
Según el informe más reciente de desempeño de acuerdos presentado por la firma de servicios profesionales Towers Watson y la Escuela de Negocios Cass, las empresas que hicieron adquisiciones superaron el Índice MSCI World en un promedio de 3,2% en 2009, una modesta ganancia frente al 2,7% que avanzaron en 2008.
"En ciclos previos, las fusiones y adquisiciones han destruido el valor y existe la percepción de que para muchas compañías ese sigue siendo el caso", dijo Marco Boschetti, director de consultoría internacional de Towers Watson. "Sin embargo, nuestros hallazgos muestran que, pese a algunos fracasos de alto nivel, en general las fusiones generan valor".
Towers Watson y la Escuela de Negocios Cass compararon el precio de la acción de todas las compañías que compraron a otras en acuerdos valorados en más de US$100 millones seis meses antes del anuncio al precio del título después de completar la transacción. El cambio promedio en el valor para esas empresas fue yuxtapuesto al movimiento del Índice MSCI World a lo largo del mismo período.
El valor producido por las fusiones y adquisiciones ha sido escrutadas recientemente en medio de un gran despliegue de publicidad por el fracaso de algunos acuerdos famosos. A principios de este mes, Jerry Levin, el ex presidente de Time Warner Inc., se disculpó públicamente por su parte en la debacle de fusión entre AOL y Time Warner hace 10 años. La adquisición de la firma holandesa de servicios financieros ABN Amro, por parte de Royal Bank of Scotland Group PLC por 71.000 millones de euros (US$102.000 millones) en el cenit del mercado, octubre de 2007, también es considerada como uno de los principales factores en el colapso de RBS al año siguiente.
Entre los acuerdos más exitosos del año pasado se encuentra la compra de Barclays Global Investors a Berclays PLC por parte de BlackRock Inc. La firma de gestión de activos estadounidense superó el desempeño del índice MSCI en 51,1% después de su adquisición. La farmacéutica estadounidense Merck, Sharpe & Co. superó al índice en 15,9% luego de la adquisición de su par Schering Plough y la cementera suiza Holcim Ltd. Superó al mercado en 16,3% luego de su adquisición de las operaciones australiana de su rival mexicana Cemex SA.
La investigación también encontró que los acuerdos trasnacionales tuvieron una tasa de éxito considerablemente menor el año pasado que los acuerdos locales. Aunque los pactos domésticos superaron al mercado en 7%, los compradores en acuerdos trasnacionales quedaron por debajo del mercado en 5,3%. Esto se reflejó en que las regiones del mundo dominadas por acuerdos domésticos, Norteamérica, Asia y el Pacífico y Latinoamérica superaron al mercado, mientras que Europa, en donde la mayoría de acuerdos fueron trasnacionales, estuvieron por debajo del promedio.

"LAS CRISIS LLEVAN SIGLOS EXISTIENDO Y SEGUIRÁN EXISTIENDO"


En entrevista con Wharton University, el académico Franklin Allen afirma, que pese al renovado crecimiento de su PIB, EE.UU. aún no ha salido de la crisis y que podría, incluso, aproximarse a un escenario en forma de W y caer nuevamente en recesión.
Por: Wharton University

A pesar del renovado crecimiento de su PIB y otras señales positivas, según el profesor de Finanzas de Wharton, Franklin Allen, Estados Unidos aún no ha salido de la crisis. De hecho, el país podría estar aproximándose a un escenario “en forma de W”, esto es, podría caer en breve de nuevo en una recesión.
Esto depende de cómo se comporten en los próximos meses -o incluso años- una serie de factores, no sólo en Estados Unidos, sino también en el resto del mundo. Tal y como señala el experto en una entrevista reciente con Wharton University, tanto las políticas globales sobre tipos de interés, los mercados inmobiliarios o los déficit públicos serán factores a tener en cuenta.

-Muchos expertos parecen creer que en Estados Unidos la recesión llegó a su fin, ¿qué cree usted?
Probablemente tienen razón. La cuestión es si vamos a experimentar “una W” (o double dip) y Estados Unidos va a volver a entrar en recesión.
-¿Qué factores podrían hacer volver a una recesión?
Vivimos en un mundo tan interdependiente que lo que ocurra en el resto del mundo será también importante para Estados Unidos. En Asia hay buenas y también malas noticias. Las buenas noticias son que parece estar creciendo. Las malas noticias son que está teniendo problemas con las burbujas. Por ejemplo, en Singapur en el tercer trimestre los precios de la vivienda aumentaron un 16%, una cifra sorprendente dado el estado de la economía mundial y lo afectada que quedó la economía de Singapur por la crisis financiera. Los observadores han subrayado la llegada de maletines llenos de dinero desde China o Indonesia. Ésta es tan sólo una señal de parte del problema al que nos enfrentamos. Los bancos centrales se han vuelto locos ofreciendo créditos y liquidez, lo cual ha frenado la crisis, tal y como ocurría también en 2003 y 2004. Pero esto también está plantando las semillas para una futura crisis, que es lo verdaderamente preocupante.
-¿Cuáles son las señales de que se ha salido de la crisis?
El PIB está creciendo, que es lo principal, y a los mercados financieros les va mucho mejor. Aunque existen serias dudas sobre qué parte del crecimiento del PIB se debe a la política monetaria expansiva y la mera impresión de gran cantidad de dinero por parte de la Reserva Federal. Pero potencialmente ésta es una buena noticia. También hay otras cuantas cosas buenas. Los mercados inmobiliarios parecen estar estabilizándose y el desempleo al menos parece no estar cayendo tan rápido como en los últimos meses, lo cual es una señal muy positiva.
-La Reserva Federal parece estar retirando algunos de los programas que puso en marcha, ¿es el momento adecuado para hacerlo?
En mi opinión eso es lo que debía haber hecho desde un principio. Básicamente es demasiado tarde. Pero será un problema cuando empiece a retirar los programas y presumiblemente, en algún momento, suba los tipos de interés. Esto pondrá de manifiesto la fortaleza del sistema financiero. Al igual que hicieron durante la crisis, ahora mismo los burócratas de la Reserva Federal apoyan de manera efectiva el sistema, pero con tipos de interés tan bajos también están de manera efectiva proporcionando subvenciones, en particular a los bancos.
-Con tanto apoyo por parte de los bancos, ¿por qué sigue la gente quejándose de las dificultades para pedir dinero prestado?
En toda crisis de crédito siempre se plantea la misma cuestión: ¿en qué lado del mercado surgen los problemas? ¿Es que la gente no quiere pedir prestado dinero o es que la gente no quiere prestarlo? Normalmente es un poco de todo. Pero siempre hay un grupo que quiere endeudarse y ese es el grupo al que los bancos no quieren dejar dinero porque son precisamente los que atraviesan dificultades. Este es el motivo por el que necesitan pedir dinero prestado y ese es el motivo por el que a nosotros nos llegan historias de personas que no pueden acceder al crédito. Estoy seguro de que muchas empresas quieren endeudarse, pero no pueden. No obstante, en el actual entorno económico es cuestionable cuantas empresas quieren invertir y pedir prestadas grandes cantidades de dinero. Simplemente no es un buen momento para invertir o endeudarse.
-Uno de los problemas al que apenas se ha prestado importancia es el déficit. ¿Es realmente importante luchar para reducirlo?
El punto de vista convencional es que necesitamos hacer algo con el déficit, pero todavía no; tal vez dentro de un par de años. Hay algo de cierto en esto, pero no deja de ser preocupante en el medio y largo plazo. Aún tenemos los problemas de largo plazo de la generación del baby boom, incluyendo los gastos médicos y la seguridad social. A medida que suban los tipos de interés será mucho más costoso para el gobierno financiar todo esto. Y como nuestra deuda alcanzará niveles cercanos al 100% del PIB en un relativamente corto periodo de tiempo, cada punto porcentual de los tipos de interés significa otro punto porcentual del PIB que tenemos de devolver en forma de intereses.
-El Presidente de la Fed, Ben Bernanke, dijo que al observar la crisis en retrospectiva, las causas guardaban más relación con la laxitud de las regulaciones que con la política federal de bajos tipos de interés. ¿Está usted de acuerdo?
No estoy de acuerdo con Bernanke. La Reserva Federal evita por todos los medios asumir culpa por la crisis, están ocurriendo muchas cosas en el Congreso que le dejarían sin poderes y sin responsabilidades. Es culpable doblemente, ya que estaba supervisando y vigilando muchos de los bancos que concedían hipotecas. Tiene muy difícil su defensa. En mi opinión, los bajos tipos de interés eran el principal problema. Y la prueba está en que no sólo Estados Unidos ha tenido problemas. España tenía una regulación bancaria muy buena y no concedió hipotecas irresponsables a individuos que no cumplían los requisitos estándar. No obstante se enfrentó al mismo tipo de problemas, e incluso peores, porque allí la burbuja fue mayor.
-¿Continuará el renacimiento del mercado bursátil en EE.UU. y otras partes del mundo?
Esta es, de nuevo, parte del problema de la existencia de políticas monetarias expansivas. Suelen inflar el mercado de valores y crear burbujas. Esto es lo que está ocurriendo ahora mismo. Simplemente hay demasiado dinero fácil. Cuando la Reserva Federal empiece a restringir la oferta monetaria descubriremos si la bolsa ha sido impulsada por un fenómeno monetario. La mayoría de los economistas niegan que exista vínculo alguno entre las políticas monetarias y el precio de los activos. Pero esa va a ser la gran cuestión.
-En cuanto a China, recientemente se han oído muchas historias sobre su recuperación ¿Cree que ha sido así?
China tiene dos enormes ventajas. La primera es que disfruta de una fuerte posición fiscal. Tiene una deuda relativamente baja en comparación con la mayoría de las grandes economías. Esto le da capacidad para prestar y gastar grandes cantidades de dinero. La segunda es que aún tiene un elevado control de su economía. Posee una gran parte del sector industrial, bancario y muchos otros. Esto significa que puede estimular la economía fácilmente. Sin embargo, uno de los problemas es el creciente precio de la vivienda en Pekín y Shanghai. ¿Están causando una burbuja? Y si estalla, ¿el país va a tener problemas? Debe empezar a construir algo más que meras infraestructuras, para empezar a crear infraestructura humana en términos de educación, salud y ese tipo de cosas.
-¿Hay alguna lección que occidente pueda aprender del modo en que China está respondiendo a la crisis?
Estaría bien que, por ejemplo, tuviésemos bancos de propiedad del Estado que pudiesen competir con el sector privado. Muchos países que sufren crisis frecuentes disponen de este tipo de bancos, de forma que cuando las cosas se ponen feas no tienen que depender del banco central para convertirse en un banco comercial y tomar decisiones de crédito. Un motivo por el que China se comportó tan bien fue que posee grandes bancos y que supo dirigirlos, algo que no se puede hacer en un sistema financiero privado. No creo que debamos replicar el sistema chino, pero tal vez podríamos parecernos un poco más a él.
-En su opinión son muchas las señales positivas, ¿le preocupa aún lo que ocurra el próximo año?
Sí, aún me preocupa. Hay señales negativas en EE.UU. y en Europa. En Asia la mayoría de las señales son positivas. Nuestra visión del mundo ha cambiado; EE.UU. no había tenido crisis económicas en los últimos 40 años. Ahora ese mundo ha dejado de existir. ¿Cuándo tendrá lugar la próxima crisis? ¿Tenemos ahora un mundo en el que nadie es inmune a las crisis? No creo que la gente lo haya asimilado. La gente piensa que algunos problemas en el sector hipotecario han sido los causantes de la crisis. Pero si hay algo que debiéramos aprender es que las crisis llevan siglos existiendo y que seguirán existiendo. Simplemente han vuelto con nosotros de un modo que hacía tiempo que no habíamos visto.

martes, 2 de febrero de 2010

Mitos y Leyendas de la Revolución capitalista


MITOS Y LEYENDAS DE LA REVOLUCIÓN CAPITALISTA
Por Francisco Durand
Profesor de la Universidad de San Antonio, Texas, EEUU


En su crítica a mi artículo “La paradoja del país que no puede pensar en sí mismo” (1), Jaime de Althaus me imagina como la voz de un “mercado académico estadounidense” que propaga el mito de los países pobres sometidos a las transnacionales (2). Bueno, allá existe un mundo académico, cuyo propósito no es el lucro (a diferencia de universidades tipo Alas Peruanas) y donde existen tantas posiciones como profesores.
Molesto, califica de “fatigada letanía” mi argumento de la desnacionalización económica. Permítanme insistir. Varios estudios identifican una tendencia a la desnacionalización entre las primeras 500 empresas y en el PBI. Es un hecho innegable. Continúa, y tiene graves consecuencias, incluso entre las empresas peruanas de éxito que las multinacionales compran. No es un mito, es una realidad.
En el mundo maniqueo del pasado socialista malo y la milagrosa transformación iniciada por Fujimori que presenta, afirma que crecen espectacularmente las exportaciones no tradicionales. Seguro, pero ¿qué predomina en el PBI si no son las materias primas de siempre? No me parece mal que exportemos manufacturas, pero debemos recordar que surgieron gracias a las políticas de industrialización nacional.
Althaus habla de pymes que 20 años después tienen finalmente crédito a una tasa del 20%. Habría que ver qué garantías piden los bancos (casa, planta) y cuántos acceden a esta oportunidad, sobre todo en provincias. Si además de pagar el préstamo a 20% anual, tienen que retener y devolver un 19% de IGV, y pagar el impuesto a la renta, buena parte de los ingresos se van a los bancos y al Estado. Eso sin contar que pueden sacar crédito de consumo a una tasa de 180% anual. Así no van a crecer, menos exportar en altos volúmenes, que es un club exclusivo de gigantes, hecho que recordara De Soto hace un tiempo.
Sostiene que los grupos económicos de origen popular representan un éxito extraordinario, pero omite que también los compran (Wong). En realidad,
los grupos peruanos son jugadores entre medianos y pequeños en Sudamérica y ninguno es jugador global.
En buena hora emergieron, pero no hay que exagerar, lo que producen es simple. Olvida Althaus que los más fuertes surgieron antes de Fujimori, y que se desarrollaron con generosos incentivos que les dio Alan García. Hoy los sigue engriendo. Graña y Montero, accionista de El Comercio, gana licitaciones con una recurrencia inquietante (Interoceánica, Collique, tren eléctrico). Romero pidió y obtuvo una concesión portuaria en Ancón. En arreglos palaciegos, los mineros evitaron pagar el impuesto a las sobreganancias y dieron a cambio un mísero “óbolo”. Siguen por tanto gozando de rentas y exoneraciones. Las corporaciones están protegidas jurídicamente, ventaja de que no goza ninguna pyme. Este rentismo para grupos y multinacionales parece más continuidad que cambio. Si solo vemos las flores del éxito, la realidad se transforma en mito, que creo es el terreno en el que Althaus ha hecho una gran contribución.
............. (1) Publicado el 10 de enero en el suplemento Domingo de La República. www.larepublica.pe/pagina_impreso.php?pub=domingo&anho=2010&mes=01&dia=10&pid=3&sec=1558&pag=9 (2) Publicado el viernes 15 de enero en El Comercio. elcomercio.pe/impresa/notas/mitosrecargados/20100115/397948

martes, 19 de enero de 2010

LA CRISIS DE LA PETROLERA PDVSA ANTICIPA LA BANCARROTA DE VENEZUELA


La joya de la corona del chavismo está al borde del abismo, endeudada hasta las cejas, emitiendo frenéticamente bonos y castigada con un descenso histórico de producción e ingresos. Si PDVSA quiebra, Venezuela vendrá detrás.
Por: Fernando Díaz Villanueva

Toda la Revolución Bolivariana apadrinada por el presidente Hugo Chávez depende de un solo producto: el petróleo; y de la empresa estatal que lo extrae y exporta: Petróleos de Venezuela (PDVSA) Sobre el maná de dólares que le reportaba el oro negro iba a construirse el Socialismo del Siglo XXI y la América del ALBA que acabase con la hegemonía yanqui en Hispanoamérica.
Al final, la pésima gestión gubernamental de la empresa, la caída de la demanda mundial de petróleo y la nula confianza que un país como Venezuela inspira en los inversores han llevado a la otrora poderosa PDVSA al borde mismo de la bancarrota.

Menos ingresos más gastos
Los números no dan pie a muchas interpretaciones. Los ingresos se han desplomado un 52% en el primer semestre de 2009 debido a la contracción de la demanda, especialmente la norteamericana, y al incremento de gastos que ha tenido que enfrentar la petrolera tras la nacionalización en mayo de 60 empresas de servicios petroleros, cuyos 8.000 empleados han pasado a engrosar la nómina de PDVSA.
Chávez, que expropió estas empresas en lo que denominó un “acto histórico de soberanía”, posee ya el control de la práctica totalidad de la industria petrolera venezolana, desde la extracción a la comercialización pasando por el transporte y el mantenimiento. Un mamotreto semejante y gestionado por los hombres del presidente, buenos súbditos pero malos empresarios, ha terminado por hacer aguas y comerse los jugosos y supuestamente inagotables réditos del petróleo.
La banca ha tenido que poner sobre la mesa 2.000 millones de dólares para pagar nóminas que, muy probablemente, no recuperará. Los impagos son la tónica dominante en PDVSA. No se paga a los contratistas, ni a los proveedores ni, naturalmente, a los bancos. Lo poco que va quedando de empresa privada en Venezuela teme al presidente y a su avidez expropiadora.
En el Palacio de Miraflores no parecen haber entendido la crisis terminal a la que se enfrentan y siguen gastando a manos llenas y regalando el dinero. Sólo en importaciones Venezuela gasta 40.000 millones de dólares anuales, que hoy son casi los ingresos petroleros del país. Habría que sumarle los intereses de la deuda y el gasto desaforado en mantener bien surtidos de fondos a los Gobiernos amigos de Bolivia, Ecuador y Cuba.

PDVSA ha destinado unos 30.000 millones de dólares a los países clientes y a organizaciones prochavistas de todo el mundo. Y eso sólo para comprar voluntades en el exterior. Dentro de Venezuela la economía va adquiriendo los patrones de ineficiencia y corrupción de las economías socialistas.
Los dispendios sociales crecen, pero no la producción del país, cada vez más estatalizada y sometida a los caprichos del caudillo bolivariano. Sólo en Defensa el gasto ha aumentado un 30%, que bien sirve para alimentar la paranoia oficial sobre la inminente guerra contra Colombia y los Estados Unidos. El Banco Central de Venezuela ha calculado el incremento de gasto público y lo ha cifrado en un aumento del 837% entre 1999 y 2007. Durante los años buenos ese gasto pudo ser amortiguado por la riada de petrodólares que inundó el país, ahora, con las vacas flacas, el sistema corre peligro de colapsar.

Los inversores desconfían
Los inversores le han dado la espalda al régimen porque no se fían de él. Unos porque hacer negocios en Venezuela constituye un riesgo considerable, otros porque el dictador no paga o lo hace tarde, mal y nunca. Las reservas de la Franja del Orinoco, que eran la gran esperanza de Chávez para remontar el vuelo, no terminan de ponerse a funcionar. Sólo se han firmado dos acuerdos, con la china CNPC y con la india ONGC. El resto de permisos siguen pendientes, embrollados en la laberíntica y arbitraria burocracia venezolana.
Estados Unidos, principal cliente del petróleo venezolano desde siempre, se ha buscado alternativas. Han reducido las importaciones de crudo venezolano a la mitad. El Banco Mundial ha hecho público que tan sólo un 9,6% del petróleo importado por los EEUU viene de Venezuela, cuando hace 10 años era el 17%.
Los vilipendiados yanquis han encontrado proveedores más confiables, como la brasileña Petrobras o la mexicana Pemex. Pero, paradójicamente, Venezuela es cada vez más dependiente del mercado estadounidense, no obstante, el porcentaje de la producción venezolana que se vende en Estados Unidos es del 74%, el nivel más alto en los últimos años.
La economía de Venezuela, tal y como está concebida, es insostenible en el corto plazo. Si el petróleo se mantiene por debajo de los 100 dólares/barril Chávez lo tiene muy difícil para cuadrar unas cuentas ruinosas que cada vez se parecen más a las del Gran Capitán. Y la quiebra del modelo petrolero traería aparejada, inevitablemente, el colapso de su revolución bolivariana.

LA FED Y LA CRISIS: UNA RESPUESTA A BEN BERNANKE


Por: John Taylor

El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, pasó la mayor parte de su discurso a la Asociación Económica Estadounidense el 3 de enero respondiendo a la crítica de si una política monetaria relajada entre 2002 y 2005 contribuyó a un auge inmobiliario, una excesiva toma de riesgo y, en consecuencia, a la crisis financiera.
Muchos han expresado la opinión de que la política monetaria fue demasiado relajada durante este período. Estos incluyen columnistas editoriales en The Wall Street Journal, ex funcionarios de la Fed como Timothy Geithner (actualmente el secretario del Departamento del Tesoro) y académicos como el analista de ciclos de negocios Robert J. Gordon, de la Universidad de Northwestern. Bernanke, sin embargo, se enfocó la mayor del tiempo en mi investigación, especialmente en un referente monetario bien conocido llamado la regla de Taylor.
Esta regla estipula que los bancos centrales aumenten las tasas de interés en cierto grado cuando la inflación sube y bajen las bajen cuando la economía entra en recesión. Mi crítica, la cual presenté en la conferencia anual de banqueros centrales en Jackson Hole, estado de Wyoming, a mediados de 2007, se basa en la simple observación de que la meta para la tasa de fondos federales de la Fed estaba muy por debajo de lo que la regla Taylor indicaba para 2002.2005. Según esta medida, la tasa de interés fue demasiado baja por demasiado tiempo, lo que redujo los costos de obtención de préstamos y aceleró el boom de la vivienda. La desviación de la regla de Taylor, que había caracterizado una buena política monetaria durante las dos décadas previas, fue la mayor desde la turbulenta década del 70.
En el discurso, la principal respuesta de Bernanke a la crítica fue proponer alternativas a la regla de Taylor estándar, y luego usar las alternativas para racionalizar la política de la Fed entre 2002 y 2005.
En una alternativa, que aborda lo que él describe como su "preocupación más significativa acerca del uso de la regla de Taylor estándar", puso las proyecciones de inflación futura de la Fed en la regla de Taylor en lugar de la inflación medida realmente. Debido a que las previsiones de inflación de la Fed eran menores que la inflación durante este período, esta alternativa obviamente genera una meta de tasa de interés más baja y parece justificar las decisiones tomadas por la Fed en ese momento.
Hay varios problemas con este procedimiento. En primer lugar, las proyecciones de inflación de la Fed eran demasiado bajas. La inflación aumentó en lugar de bajar entre 2002 y 2005. Segundo, como lo demostraron los economistas Athanasios Orphanides y Volker Wieland, quienes formaron parte del personal de la junta de la Fed, si se usa el promedio de proyecciones de inflación del sector privado en vez de las previsiones de la Fed, la tasa de interés de todas formas habría sido considerada demasiado baja por demasiado tiempo.
En tercer lugar, Bernanke no cita ninguna evidencia empírica de que su alternativa a la regla de Taylor mejore el desempeño del banco central. Menciona que las proyecciones evitan sobrerreaccionar a fluctuaciones temporales en la inflación, pero también lo hace el simplemente promediar índices de precios amplios como en la regla de Taylor. De hecho, su alternativa no está bien definida porque uno no sabe cuál proyección usar. Además, la respuesta apropiada para un aumento en la inflación real sería diferente a la respuesta adecuada para un aumento en la inflación proyectada.
Hay otros puntos cuestionables. El discurso de Bernanke plantea dudas sobre la regla de Taylor mostrando que otra versión de ésta habría exigido tasas de interés muy altas en los primeros meses de 2008. Pero usando la regla de Taylor estándar, con el índice de precios del Producto Interno Bruto como la medición de la inflación, las tasas de interés no serían tan altas, como testifiqué ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes en febrero de 2008.
Bernanke también sostuvo que la evidencia internacional no muestra una relación estadística significativa entre las desviaciones en la política de la regla de Taylor y los auges de la vivienda. El discurso, no obstante, no menciona que la investigación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en marzo de 2008 halló una relación estadística significativa.
Bernanke afirmó que "los economistas que han investigado la cuestión en general han hallado que, basado en relaciones históricas, sólo una pequeña porción del alza en los precios de la vivienda este década puede ser atribuida a la postura de la política monetaria estadounidense". Sin embargo, dos de los economistas que cita —Frank Smets, director de investigación del Banco Central Europeo, y su colega Marek Jarocinski— escribieron en la edición de julio/agosto de St. Louis Fed Review que "la evidencia de que la política monetaria tiene efectos significativos sobre la inversión inmobiliaria y los precios de las viviendas y que una política monetaria relajada diseñada para prevenir una deflación entre 2002 y 2004 ha contribuido al boom en el mercado de la vivienda en 2004 y 2005".
Estos argumentos técnicos son importantes, pero uno no debería dejar de ver el panorama completo por enfocarse en los detalles. No hace falta acudir a la regla de Taylor para ver que la política monetaria fue demasiado relajada. La tasa de interés real durante este período estuvo persistentemente por debajo de cero, de tal modo que se subsidiaba a los deudores. Thomas Hoenig, presidente del Banco de la Reserva Federal de Kansas City, señaló en un discurso el 7 de enero que durante la última década "la tasa de interés real —la tasa de interés nominal ajustada a la inflación—se mantuvo a niveles negativos aproximadamente 40% del tiempo. La última vez que ocurrió esto fue durante los años 70, que precedió a una era de turbulencia".
La inflación subía, aun excluyendo los grandes avances en los precios de las viviendas. No obstante, incluso cuando la inflación es baja, el daño de la política monetaria de auge y caída puede ser severo como recalcó Milton Friedman en su fuerte crítica de la Fed en los años 50 y 60. Alejándose un poco de la pelea, un observador objetivo de toda esta evidencia tendría que al menos reconocer la posibilidad de que la política monetaria fue demasiado relajada y un posible contribuidor a la crisis.
No reconocer la posibilidad genera preocupaciones. Una es que si una desviación tan grande de la política estándar no es racionalizada, podría volver a suceder. De hecho, algunos analistas ahora se preocupan de que la Fed mantenga las tasas de interés demasiado bajas por demasiado tiempo, pudiendo causar otro auge y caída y una menor expansión.
Otra preocupación es que, en lugar de tratar de ser cuidadoso y evitar causar burbujas, la Fed intentará inflarlas con tasas de interés. De hecho, una de las frases del discurso de Bernanke que más citan los observadores de la Fed es que "debemos seguir abiertos al uso de la política monetaria como una herramienta suplementaria para abordar esos riesgos". Tenemos una capacidad muy limitada de ajustar la política monetaria de una manera tan intervencionista.
Por último, existe una preocupación de que la línea de análisis del discurso de Bernanke pone todo el peso de la prevención de burbujas futuras sobre nuevas regulaciones. Es claro que la Fed pasó por alto riesgos excesivos dentro y fuera de los balances de los bancos que supervisa y regula. La política necesita ser corregida. Sin embargo, no hay que hacerse ilusiones de que ciertas regulaciones prudenciales nuevas y sin probar para controlar el riesgo sistémico prevendrá burbujas.
Aunque no estoy de acuerdo con el análisis de Bernanke, es una buena noticia que la Junta de la Reserva Federal haya empezado a examinar sus políticas y a publicar sus hallazgos. Esto ayudará a mantener informada a la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera, que dentro de poco empezará a llevar a cabo audiencias sobre las causas de la crisis financiera y económica. Mientras tanto, espero que la Junta de la Reserva Federal continúe con esta nueva política de autoexamen y evalúe de forma transparente todas sus recientes medidas relacionadas a la crisis, desde el rescate de AIG hasta el programa de compra de valores respaldados por hipotecas.

Taylor es profesor de economía de la Universidad de Stanford y un académico del Instituto Hoover.

RÉQUIEM POR EL DÓLAR


Tras un dominio glorioso, ¿se ha convertido la moneda verde en el General Motors de las divisas, la víctima de una mala gestión?
Por: James Grant

Ben S. Bernanke no sabe la suerte que tiene. Las críticas implacables de políticos son una cosa. Pero la soga de un verdugo, otra muy distinta.
La sección 19 de la primera legislación monetaria de Estados Unidos, la ley Coinage de 1792, establecía la pena de muerte para todo funcionario que devaluara fraudulentamente el dinero de la gente. ¿Fue la frenética impresión de billetes verdes para rescatar a Wall Street el año pasado una especie de estafa? Si el Senado de EE.UU. determina que así fue, Bernanke podría verse obligado a volver a casa a Princeton. Pero ni siquiera Ron Paul, el republicano texano detrás de la solicitud de un proyecto de ley para someter a la Reserva Federal de EE.UU. a periódicas auditorías del Congreso, ha pedido la cabeza del presidente de la Fed.
Sin embargo, me pregunto, cuánto habremos evolucionado en estos 200 asombrosos años. En reconocimiento del mérito de la modernidad, el dólar marcó un hito global. No hay un ejemplar más exitoso en la historia del dinero que la icónica moneda verde de EE.UU. Pese a carecer de valor intrínseco y colateral, el dólar pasa de mano en mano por todo el mundo. Más de la mitad de los US$923.000 millones en circulación está en los bolsillos de extranjeros.
En la antigüedad, el "solidus" no conocía fronteras. Pero era algo tangible, una moneda de oro acuñada por el Imperio Bizantino. Desde la Batalla de Waterloo, en 1815, a la Gran Depresión de los años 30, la libra esterlina llevó la voz cantante. Pero podía convertirse a oro: uno pasaba los billetes por la ventanilla y el Banco de Inglaterra le devolvía el valor equivalente en lingotes del metal precioso. El dólar se basa en la fe. No hay nada que lo respalde salvo el Congreso de EE.UU.
Crisis de confianza
Pero ahora el mundo está perdiendo la fe. No es que el dólar esté sobrevaluado: economistas de Deutsche Bank estiman que está 20% demasiado barato frente al euro. El problema está en la gestión. La moneda verde es una vieja marca gloriosa que se parece cada vez más a General Motors.
Uno se lleva la impresión de que Bernanke no alcanza a entender lo delicado de la situación. No comprende que el dólar de puro papel es una invención de apenas 38 años, en realidad, prácticamente nueva. De hecho, historiadores y matemáticos están de acuerdo en que desaparecerá. Las monedas de papel son un derroche de recursos. Con el tiempo, pierden todo su valor. Una inflación persistente incrementa la presión que enfrenta en el curso de medio siglo. Antes de que se dé cuenta, el billete que tiene en su billetera no le permitirá comprar ni un paquete de chicles.
Durante gran parte de la historia de EE.UU., el dólar podía cambiarse por oro y plata. Por muchos años, la tasa de cambio era de una onza de oro (28,35 gramos) por US$20,67. Tras la devaluación de Roosevelt, la tasa de cambio pasó a una onza de oro por US$35. Después de 1933, sólo los gobiernos extranjeros y los bancos centrales tenían el privilegio de cambiar los billetes que no querían por oro. Sin embargo, para fines de 1960, algunos de los tenedores internacionales de dólares, especialmente Francia, empezaron a exigir oro. El presidente Richard Nixon terminó con ese problema en agosto de 1971 cuando suspendió todo el sistema de conversiones. Desde entonces, el dólar en sí ha sido un pagaré sin valor.
Para entender un poco mejor el aprieto en el que nos encontramos, podría ser útil comprender el sistema que dejamos atrás. El estándar de oro constituía una máquina bien aceitada. El metal se movía literalmente y con eso mantenía bajo control lo que hoy conocemos eufemísticamente como "desequilibrios". Digamos que cierto país norteamericano estaba incurriendo en un persistente déficit comercial. Bajo el sistema monetario que no tenemos, y por cuya recuperación sólo unos pocos abogan, el país deudor no le entregaría a sus acreedores pequeños pedazos de papel fácilmente duplicables, sino lingotes de oro macizo. El oro era dinero (aún hoy es dinero) y cualquier pérdida desataría una serie de dolorosos pero necesarios ajustes en el país con el déficit. Las tasas de interés subirían, el crédito se congelaría y sus exportaciones aumentarían en detrimento de sus importaciones. Al final, el país deficitario sería puesto en una especie de nivel competitivo. El oro volvería a entrar. En cambio hoy, los dólares se amontonan en las bóvedas de los acreedores asiáticos de EE.UU. No hay mecanismo de ajuste, sólo reproches.
En 1971, los últimos resquicios que quedaban del estándar de oro fueron eliminados. Un paso acertado según algunos economistas, quienes argumentan que su supervivencia habría prolongado la Gran Depresión. Probablemente también habría empeorado nuestra Gran Recesión. En este contexto, el método de Bernanke de multiplicar el dinero sería la solución, pero esto supone una fuente en sí de problemas. El mismo método de Bernanke fue una de las causas de la reciente crisis. Atado a la disciplina impuesta por una moneda convertible, el país se habría visto obligado a atravesar el desagradable proceso descrito en los párrafos anteriores para curar su déficit comercial. Pero (y ahora estoy especulando), ese proceso de corrección habría salvado al país de sufrir una experiencia (financiera) cercana a la muerte. Bajo un estándar de oro apropiado, EE.UU. no podría haberse endeudado hasta la coronilla.
Economía en equilibrio
Un adecuado estándar de oro facilita el balance en los asuntos financieros y comerciales de las naciones participantes. El sistema de papel promueve y perpetúa los desequilibrios. En ningún momento desde 1976 EE.UU. ha consumido menos de lo que produce (tal como lo mide la balanza de comercio internacional). Es un déficit de 32 años que sigue avanzando.
¿Por qué ha persistido tanto tiempo esta diferencia? Porque EE.UU. es el único autorizado a pagar sus cuentas con la moneda que sólo él mismo puede imprimir legalmente. La envía a los bancos centrales de sus acreedores asiáticos. Y éstos, obedientemente, vuelven a invertir estos dólares en valores estadounidenses. Es como si el dinero nunca se hubiera ido.
Sin embargo, hay un problema. Los bancos centrales de Asia no adquieren sus dólares con nada. Los compran con la moneda local que ellos mismos imprimen. Parte de este dinero lo logran esconder bajo la alfombra, o "esterilizar", pero otra parte entra al flujo local de pagos, donde alimenta los alborotados mercados alcistas del continente.
Un economista monetario de Marte se rascaría su puntiaguda cabeza ante nuestros arreglos monetarios del siglo XXI. ¿Qué es el dólar?, preguntaría. Pero no recibiría respuesta alguna. El marciano no podría descubrirlo porque los terrícolas no lo saben. El valor del dólar no está definido. Su relación a otras divisas es igualmente contingente. Algunas tasas de cambio flotan, otras se hunden y otras están atadas a la moneda verde. Desalentado, el alienígena se devolvería a su planeta.
Tampoco los fantasmas de las finanzas sabrían qué hacer si de repente regresaran de donde están pasando su eternidad. Alguien tendría que contarle a Alexander Hamilton que su sistema de monedas ha pasado a la historia. Probablemente habría que explicarle varias veces que el Congreso ya no acuña el dinero y tampoco regula su valor. En su lugar, delega esta función a Bernanke, un destacado estudiante de la Gran Depresión que cree que la cura para el exceso de deuda es imprimir más dinero.
En conclusión, el marciano se quedaría perplejo y nuestros antepasados, angustiados. ¿Y qué pasa con el resto de los seres vivientes? Nosotros tampoco estamos satisfechos. Pero al menos, al estar vivos podemos hacer algo para cambiar las cosas. Lo correcto, en mi opinión, sería rescatar la red de seguridad del dinero y las finanzas. Colateralizar el dólar para que se pudiera cambiar por algo con valor genuino. Habría que sacar a la Fed del negocio de fijación de precios y sustituir a Ben Bernanke. Una última recomendación: habría que volver a los estatutos de la sección 19 de la Ley Coinage de 1792 y sustituir la pena de muerte por la cadena perpetua. Después de todo, estamos en el siglo XXI.

domingo, 17 de enero de 2010

LAS MARCAS MÁS VALIOSAS DEL 2009


La consultora de marcas, Interbrand, con la revista Business Week, nos dan su último ranking de las marcas más valiosas, con la marca de bebidas, Coca Cola, sigue en el primer puesto.
Para su evaluación, estiman el valor de los ingresos futuros que esperan que las marcas generen. También estiman el impacto que la marca tiene en las decisiones del consumidor, en el momento de compra. Finalmente, estiman el poder de la marca sobre los consumidores, que indica la fuerte retención que esta mantendrá a lo largo del tiempo.
Como es de esperar por el entorno actual, muchas de las marcas han visto bajadas en su valor, especialmente las de los sectores más golpeados por las dificultades económicas, las financieras y los fabricantes de automóviles.
No obstante, muchas marcas han seguido subiendo en valor y alguna ha subido mucho. El valor de la marca Google, por ejemplo, ha subido 25% desde el año pasado.

CHINA PRESIONA AL FMI POR UNA MONEDA GLOBAL


El desorden financiero se hace cada día más evidente. Por eso no es extraño que China reitere al FMI la necesidad de una mundial que evite la enfermiza volatilidad del dólar. Cuando se adoptó la opción de Bretton Woods en 1944 se estableció una paridad fija: un dólar = 35 onzas de oro; paridad que se rompió a partir de 1971 cuando el dólar y el oro quedan a la deriva y a merced de un mercado inclemente. El reclamo de China tiene sentido: sus reservas han perdido más del 10% anual en los últimos diez años. Sin contar los intereses.
Para que se entienda un poco el problema imagine que Usted presta un millón de euros y al año le saldan la deuda con un 10% menos. Es lo que le ha ocurrido no sólo a China sino a todos los países que han prestado dinero a Estados Unidos. Y Estados Unidos, el país más rico del mundo, ha necesitado que le presten diariamente la suma de 2.000 millones de dólares diarios, sólo durante los últimos 20 años. Muchos países, en vez de levantar hospitales, construir escuelas o sacar a su pueblo de la pobreza, le ha prestado plata a Estados Unidos para aumentar su seguridad. Los países del llamado tercer mundo tienen un tercio de las reservas internacionales en dólares, y una quinta parte de los Bonos del Tesoro de EEUU. La razón: asegurar el futuro. Es probable que en verdad lo hayan dilapidado. De ahí el reclamo de China.

A partir de la crisis asiática (1997) se originó un importante vuelco en el movimiento de las reservas internacionales. Y mientras China producía y Estados Unidos consumía, los países del sudeste asiático y de América Latina comenzaron un intensivo acopio de dólares. La crisis asiática y la caída del Baht en Tailandia fue producto de la disminuida cantidad de reservas en dólares. Un dolor a no repetir pues recomponer reservas a través del FMI fue un parto lento y doloroso. Si la regla indicaba que era sabio tener en reservas el equivalente a cuatro meses de importaciones, lo ampliaron a ocho meses, para asegurarse y así no tener que pedir al FMI con sus altísimos intereses. Estados Unidos, el dueño de la divisa, no requería de ahorros y así los fue disminuyendo paulatinamente hasta cero. No sólo no ahorraba, sino que gastaba el doble de lo que producía.
La tentación de ser el país dueño de la moneda de reserva es muy grande. Sólo hay que gastar, es decir, convertirse en importador. Por esta razón ni China ni Europa aceptan el desafío de gestionar la moneda de reserva: quieren exportar, vender y no endeudarse. Por ello que hay unanimidad en que la nueva moneda internacional no debe estar asociada a ningún país y debe ser completamente independiente. El problema es cómo hacer el tránsito hacia la nueva divisa sin provocar un colapso. En principio se piensa en los DEG (Derechos Especiales de Giro), la moneda artificial que tiene el FMI y que nunca ha sido empleada por imperar siempre el reduccionismo del mercado impuesto por el dólar. Tras la actual debacle, los DEG parecen tener el mundo a sus anchas. El préstamo de los países BRIC al FMI va en esa dirección.

HILDEBRANDT Y PORTER


ESTUPEFACTOS

Por Cesar Hildebrant

El evento lo organizaron la Universidad del Pacífico e Interbank y concluyó el pasado lunes.
Se llamó “Seminario Internacional: Claves de una Estrategia Competitiva”.
Concurrieron todos los capitanes de empresa, los almirantes de las finanzas, los cabos sueltos del comercio y los funcionarios públicos con algo que decir en este país que administra Alan García.
La estrella indiscutida fue Michael Porter, considerado por un amplio sector de la prensa internacional como el más reconocido especialista en competitividad de las economías globalizadas.
El diario “Gestión”, por ejemplo, lo presentó así: “el gurú mundial sobre estrategia y competitividad”.Porter, profesor fulgurante del Harvard Business School y autor de 16 libros, vino a ponerle nota al modelo Fujimori-Toledo-García.
Las llamadas “fuerzas vivas” fueron a escuchar a esta mente brillante, que ha asesorado a empresas como Dupont y Procter and Gamble y cuyo libro “The Competitive Advantage of Nations”, publicado en 1990, se convirtió en referente de todo análisis serio que se hiciera en torno a lo que puede hacer fuerte a un país en una economía sin fronteras aparentes como la actual.
¿Y qué le dijo al empresariado peruano Michael Porter?
Pues le dijo varias cosas (y acudo a la crónica que sobre esa noche memorable hiciera para “Gestión” Alfredo Prado):

La primera es que el Perú carece de una política de largo plazo en materia de competitividad.
La segunda es que la economía peruana no tiene un rumbo definido.
La tercera es que el crecimiento económico del Perú –hecho que la estadística confirma- no se ha reflejado en beneficio de la mayoría de la población.
La cuarta es que el Perú ha vivido estos años “una ilusión exportadora” porque las cifras en azul proceden del alza de las materias primas, mientras que nuestra exportación de productos con valor agregado permanece inmóvil.
La quinta es que el Perú padece de un atraso dramático en relación a la invención y la tecnología. “El Perú -apuntó- no sólo no ha avanzado en este rubro: parece haber retrocedido”.
La sexta es que la mayor parte de la inversión extranjera “no viene a crear nuevas empresas sino para comprar negocios ya existentes”. Y añadió, con espantosa exactitud, lo siguiente: “Cuando un inversionista piensa en una nueva fábrica no piensa en el Perú”.
La séptima es que, a largo plazo, las dificultades del Perú tendrán que ver con la baja productividad, la pésima educación, el deficiente sistema de salud, las debilidades en infraestructura física, la desigualdad social, la aplastante corrupción y el alto nivel de informalidad.
La octava es que los éxitos peruanos de los últimos años pueden irse al demonio sino limpiamos el sistema judicial, sino defendemos los derechos de propiedad y si no fumigamos y reordenamos la disuasiva burocracia creada para entorpecer.

¿Dijo algo más el señor Michael Porter?
Sí. Dijo también que el TLC con China tiene tal grado de asimetría que corremos el riesgo de quedarnos congelados como abastecedores de materias primas, que es como los chinos nos ven también en el futuro.
Dijo todo eso y a las pocas horas regresó a su cátedra de Administración de Negocios en Harvard.
Los empresarios peruanos quedaron estupefactos.
Esta vez la verdad no venía de un ideólogo adversario ni de un Premio Nobel que juega al caviaraje para lavar culpas. Venía de aquella lumbrera internacional que alguna vez escribió “Técnicas para analizar industrias y competidores”, un libro que ha sido 53 veces reeditado y que está traducido a 17 idiomas.
Estupefactos. Esa es la palabra. La farsa la había descubierto, sin dificultad, un especialista de los Estados Unidos.
¿Se atreverá la Caverna a refutarlo?
Por lo pronto, ha guardado un delicioso silencio.
Mercedes Aráoz, azafata de LAN Chile en sus sueños más dorados, no ha dicho una palabra. Los columnistas políglotas del borbonismo limeño se han callado en todos los idiomas que dominan.
No atinan a nada. Se están recuperando del sopapo.